LA CONTAMINACIÓN ATMOSFÉRICA
Con toda
intención y a modo de reflexión inicial, he querido empezar este artículo con esta
ilustración que pone de manifiesto de una manera clara y visible, una de las cuestiones más evidentes,
significativas y preocupantes de la llamada contaminación atmosférica. El
enorme agujero de la capa de ozono está ocupando ya proporciones gigantescas y,
lo que es peor, no deja de crecer año tras año con las consecuencias
catastróficas para nosotros mismos y nuestro planeta.
El agujero de la
capa de ozono no es más que otra fatal consecuencia de la llamada contaminación
atmosférica, que podríamos definir de una manera sencilla, como la presencia en
nuestra atmósfera de sustancias nocivas en una cantidad suficiente para causar
molestias y riesgo para la salud de las personas, los seres vivos y la
naturaleza en general. Y aunque la
contaminación atmosférica puede producirse por causas naturales, como la
erupción de los volcanes o los incendios forestales no provocados, en realidad
la mayor parte de la contaminación actual es debida a la acción del hombre: las
fábricas y centrales eléctricas, las centrales nucleares, la quema de basuras,
el uso de pesticidas y aerosoles, los motores de coches y aviones, las
refinerías de petróleo... que producen dióxido de carbono (CO2), dióxido de sulfuro
(SO2), monóxido de carbono (CO), plomo... y todo tipo de gases muy tóxicos y
peligrosos.
Los efectos de
estas emisiones continuas en la naturaleza y en nuestra salud son, entre otros:
la lluvia ácida, sequías, inundaciones, alergias, irritaciones oculares,
enfermedades respiratorias, cánceres, cambio climático, calentamiento global y
efecto invernadero.
El efecto invernadero es un fenómeno natural que ha desarrollado nuestro planeta para permitir que exista la vida y se llama así precisamente porque la Tierra funciona como un verdadero invernadero.
El planeta está cubierto por una capa de gases llamada atmósfera. Esta capa permite la entrada de algunos rayos solares que calientan la Tierra. Esta, al calentarse, también emite calor pero esta vez la atmósfera impide que se escape todo hacia el espacio y lo devuelve a la superficie terrestre. Este mecanismo (que no es nada simple) permite que el planeta tenga una temperatura aceptable para el desarrollo de la vida tal como la conocemos. El efecto invernadero no tiene nada de malo... lo que pasa es que el hombre ha logrado que este mecanismo natural de la Tierra se esté convirtiendo en un problema muy serio.
Y es que, como hemos dicho, hay algunos gases en la atmósfera que evitan que el calor de la tierra se escape hacia el espacio y esto hace posible que la temperatura de nuestro planeta no sea demasiado baja... porque nos moriríamos de frío.
El hombre ha ido aumentando progresivamente la cantidad de esos gases en la atmósfera, lo que provoca un paulatino cambio en el clima mundial. Estos efectos en el clima provocan a su vez consecuencias fatales para el planeta: elevación del nivel del mar, deshielo, sequías, inundaciones, pérdida de especies y ecosistemas...
Otra
consecuencia de la contaminación atmosférica es la lluvia ácida. Centrales
eléctricas, fábricas, maquinarias y coches "queman" combustibles, por
lo tanto, todos son productores de gases contaminantes. Algunos de esos gases
(en especial los óxidos de nitrógeno y el dióxido de azufre) reaccionan al
contacto con la humedad del aire y se transforman en ácido nítrico y ácido
clorhídrico. Estos ácidos se depositan en las nubes. La lluvia que producen
estas nuebes, que contienen pequeñas partículas de ácido, se conoce con el
nombre de "lluvia ácida". La lluvia ácida causa la acidificación de
lagos y arroyos y contribuye a dañar los árboles y muchos suelos sensibles de
bosques. Además la lluvia ácida acelera el deterioro de los materiales de
construcción y las pinturas, incluyendo edificios, estatuas y esculturas
irremplazables que son parte de nuestra herencia cultural. Antes de caer al
suelo, los gases de dióxido de azufre (SO2) y ósido de nitrógeno (NO) y los
derivados de su materia en partículas, sulfatos y nitratos, contribuyen a
degradar la visibilidad y perjudican la salud pública.
Si
llegara a nosotros más radiación, podría causar un incremento de cáncer de piel
y cataratas. Pero el aumento de la radiación ultravioleta no nos afectaría sólo
a nosotros, sino también a toda la vida sobre la tierra. Existiría peligro para
las cosechas, las plantas y, por lo tanto, para la producción mundial de
alimentos. En el mar, si el plancton marino formado por pequeñas plantas y
animales que viven en la superficie del agua desaparecieran, los peces más
grandes morirían de hambre y la vida en el mar se extinguiría. Así se perdería
una fuente primordial de recursos alimenticios para el hombre.
Por último, y después de toda esta
exposición, creo que lo único que queda por decir es que podemos hacer muchas
más cosas de las que creemos para impedir que nuestro planeta se vaya
deteriorando cada vez más. En primer lugar está la famosa "REGLA DE LAS 3
R" que todos podemos llevar a cabo: REDUCIR, REUTILIZAR Y RECICLAR. Y
después, tomar conciencia nosotros y hacer que los demás también la tomen, de
que cualquier pequeño gesto es el granito de arena con el que cualquiera puede
contribuir para salvar nuestro planeta. Un poco de cada uno siempre es mucho más que nada.